Después de la tormenta electoral, los españoles se disponen raudos a celebrar el porvenir, en la confianza de que algunos se morirán sin ver cambios sustanciales que faciliten el progreso de la sociedad en su sentido más amplio. No se trata de empezar desde "cero" sino desde menos "cuarenta", lo que nos devuelve a los remotos tiempos en los que se acuñó la verdadera idiosincrasia nacional.
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